Los arhuacos (aruacos, aurohuacos) no guardan tradiciones relacionadas con su llegada al país; se dicen originarios del suelo y creen haber salido de algunas de las rocas. Todos sus relatos místicos están relacionados con las montañas circunvecinas. Venidos de otro lugar, transportaron sus leyendas aplicándolas a distintos sitios, puesto que no es posible considerarlos decendientes de los taironas (vencidos por Fernández de Lugo, que aún recuerdan ser un pueblo de magos, hábiles en modelar el oro con los dedos). Los arhuacos no heredaron esa civilización, dado que no sabe forjar metales ni tampoco conservar los caminos embaldosados que existían en las montañas, pero sí hábiles constructores de puentes: en pocos días tienden de ribazo a ribazo un emplachando oscilante, sostenido por estacones y llanas entrelazadas.
Aunque oficialmente convertidos al catolicismo, los arhuacos no ocultan sus supersticiones paganas: después del bautismo cristiano, los padres llevan a su hijo al río para lavarlo en agua pura; el matrimonio de una pareja santificado por un sacerdote, no es suficiente, lo complementan con una ceremonia de los antiguos ritos que consiste en danzas (una de ellas lleva el singular nombre de “Subir al cielo”), acompañadas de gritos y silbidos que imitan los sonidos de los animales. Tienen sacerdotes, los mancas, quienes dirigen sus plegarias a los astros, a las montañas y saben cambiar el destino por medio de palabras mágicas. También curan a los enfermos y el pueblo cree que a veces lo pueden hacer introduciendo en el cuerpo arañas, escorpiones o lagartos. A los sacerdotes, se les teme y se les honra (sobre sus sepulturas les colocan pedruzcos de granito, análogos a los “dolmes” bretones).
Aunque oficialmente convertidos al catolicismo, los arhuacos no ocultan sus supersticiones paganas: después del bautismo cristiano, los padres llevan a su hijo al río para lavarlo en agua pura; el matrimonio de una pareja santificado por un sacerdote, no es suficiente, lo complementan con una ceremonia de los antiguos ritos que consiste en danzas (una de ellas lleva el singular nombre de “Subir al cielo”), acompañadas de gritos y silbidos que imitan los sonidos de los animales. Tienen sacerdotes, los mancas, quienes dirigen sus plegarias a los astros, a las montañas y saben cambiar el destino por medio de palabras mágicas. También curan a los enfermos y el pueblo cree que a veces lo pueden hacer introduciendo en el cuerpo arañas, escorpiones o lagartos. A los sacerdotes, se les teme y se les honra (sobre sus sepulturas les colocan pedruzcos de granito, análogos a los “dolmes” bretones).





